#0 | ¿Lo que sucede conviene?
Las historias bonitas existen. Se cierra un círculo que se abrió hace más de un año. ¡Te pongo en contexto!
En marzo de 2022 regresé a España tras vagabundear 6 meses por África.
Había dejado atrás una vida cómoda y estructurada. La que un día fue la ciudad de mis sueños, Barcelona, se había convertido en mi casa. Aquella gente, en mi grupo de amigos. Bares en los que me saludaban por mi nombre al entrar. No fue fácil.
Sin embargo, un cúmulo de circunstancias personales, emocionales y laborales me habían alejado lentamente de aquella concepción de éxito. Necesitaba aire fresco y nuevas experiencias para sentirme vivo de nuevo. Había trabajado mucho para llegar hasta donde estaba, pero no era feliz. Había dejado de serlo.
Así que decidí marcharme. Madrid-Nairobi, sin vuelo de vuelta.
A la aventura, en solitario, sin otra pretensión que alejarme del que se había convertido en mi mundo, de las rutinas, de las comodidades… Desconectar para reconectar, descansar una mente agotada, nutrir mi alma con nuevas lecturas y volcar mis experiencias a través del papel y lápiz.
Entre septiembre y noviembre de 2021 viví en Mfangano Island, una pequeña isla en pleno Lago Victoria. Aquel territorio, perteneciente a Kenia, me enseñó de bruces una realidad hasta entonces desconocida. Allí conocí la otra cara del mundo y el impacto fue grande. Aprendí muchísimo de mi día a día, me relajé y disfruté de la vida en un lugar remotamente alejado de todo. Había llegado a África.
Tras aquella experiencia decidí que necesitaba descubrir Kenia desde otras perspectivas e inicié un breve viaje que me llevó a conocer la caótica Nairobi, el paraíso de Lamu o la grandeza de la sabana en Masai Mara. Entendí entonces que mi viaje no había hecho sino empezar. Me sentía feliz, sin miedo a disfrutar de una vida que se había convertido en mía.
A finales de noviembre acordé dirigir unas obras para la ONG Kelele África en la localidad rural de Kimya, en Uganda.
Sin pretenderlo, me estaba reconciliando con la arquitectura. Volví a sentirme arquitecto, y esta vez gozaba de aquello que eché en falta en mis trabajos anteriores: un propósito.
Pasé más de dos meses al frente de tres obras, y no me marché hasta que todos los edificios fueron utilizados con regularidad. Durante este período de tiempo, que supuso una verdadera inmersión en el día a día africano, disfruté de la soledad, de la compañía verdadera (recuerdo especial para Sandra y Nahuel), del ajedrez y los libros.
También esquivé a la muerte por puro azar, tras impactarme una viga de madera en la cabeza y ser cosido rápidamente por un enfermero al que le debo más de lo que él imagina.
Y para completar la aventura, las pasé canutas con una malaria bastante dura que me mantuvo hospitalizado durante cuatro días. Aquí estamos (¡que no es poco!).
Tras aquellos episodios, decidí tomarme un descanso y recorrí durante tres semanas la isla de Zanzíbar, en Tanzania. Menudo paraíso… allí comenzó mi recuperación y, visto con perspectiva, puedo afirmar que durante aquel tiempo de descanso fui realmente feliz.
En East Africa, los locales se refieren a los blancos con el término mzungu. Javier Reverte, que se convirtió a través de sus libros en mi gran compañero de viaje, me explicó que mzungu significa, en su origen, vagabundo.
El que viaja sin rumbo, por el simple hecho de descubrir lejos de su tierra y hace del viaje en sí su patria, es un vagabundo.
Y quizás esta sea la razón por la que hoy me siento feliz de afrontar este nuevo proyecto, vagabundeando lejos de casa una vez más, cerrando un ciclo inconcluso y abriendo nuevos horizontes…
Comienza una nueva etapa. Una aventura de tres meses en los que dirigiré la construcción de un orfanato para la Fundación Masaka Kids, en Masaka (Uganda).
¿Me acompañas? Haz click aquí abajo y nos vemos en la siguiente. Gracias por leerme.