#07 | Primeros avances
"The rain may be strong, but we are stronger". Esas fueron las palabras de Bosco a mi llegada. No mentía.
Ni las lluvias torrenciales ni el sol abrasador frenan el avance de las obras. Tras poco más de una semana de trabajo, los primeros resultados afloran entre ríos de arcilla y una amalgama de verdes intensos. En este caso, creo que una imagen dice más que mil palabras:
Me siento frente al teclado a mediodía del jueves 6 de abril, tras una semana intensa en la que no he podido hacer más que interiorizar conceptos y tratar de ordenar algunas ideas. Las obras avanzan con rapidez y estos días necesito estar muy presente, pues cualquier pequeña decisión podría tener un impacto enorme en el devenir de la construcción. No obstante, desde mi llegada no he parado y hoy sentí que necesitaba descansar. Un zumo de mango recién exprimido me acompaña durante esta edición (no prometo terminarla hoy) mientras desde la carretera llega a mi mesa la vibración de la música procedente de alguna camioneta.
Así es África, al menos la que conocí durante seis meses hace poco más de un año, y la que me he vuelto a encontrar a mi regreso. África es ruido, caos, polvo, música. Es movimiento permanente, la vida como oportunidad -y necesidad- para deambular de un lugar a otro. Son cientos de niños vestidos de uniforme saltando y saludando desde los márgenes de los carriles de tierra, los puestos del mercado en los que la vida transcurre con lentitud a la sombra de un techo de chapa, las frutas y verduras dispuestas en forma piramidal abocadas inevitablemente a cambiar algún día de manos. También es polución exagerada, olores fuertes, sol abrasador y lluvias violentas. África es vida, aún sin adulterar.
La vida en Masaka transcurre lenta, aunque los días pasan rápido uno tras otro. No tengo más horarios que los marcados por el desayuno y la puesta de sol, y cada día parece subdividirse en dos: diurno y nocturno. El primero de ellos tiene lugar del hotel a la obra y de la obra al hotel, mientras que el segundo me mantiene más conectado con España y el mundo online. Aunque sienta que han sido mucho más que diez días, reconozco que aún sigo buscando mi rutina por aquí. Es la esencia del viajero, y me alegra enormemente no haberla perdido.
El pasado sábado conocí a Ellie y Lizz, dos chicas de EEUU y Holanda, aunque ambas residentes en terreno americano. Junto con otros dos chicos, con quienes apenas compartimos un rato de paseo, trabajan como voluntarias para la organización Peace Corps en un programa de 27 meses en suelo ugandés. Ambas son ya unas expertas, 8 meses dan para mucho aquí.
Juntos hemos recorrido las calles principales de Masaka, tomado una cerveza en un recóndito bar local y subido hasta una cafetería muy turística con vistas a la ciudad. Allí se nos unieron Bosco -nuestro constructor-, Orleave (una chica ugandesa que conocí el día anterior en el hotel) y su hermana Jessica. Me gustó la facilidad con la que se hacen planes cuando se está lejos de casa -¿qué es realmente casa?- y la complicidad entre mzungus (así llaman a los blancos, aunque su etimología se remonta al término vagabundo o viajero). Repetiremos algún otro fin de semana, sin duda.
En cuanto a las obras, el proyecto del orfanato va tomando forma con el transcurso de los días. Uno de los retos que afrontamos Bosco y yo es el de edificar en paralelo dos bloques: la casa (con habitaciones para niños, niñas, cuidadores y enfermería) y el comedor (con una cocina, almacén y espacio polivalente para comer, jugar o pasar el rato). Para ello, estamos organizando los trabajos de tal manera que no exista una diferencia entre los edificios de más de dos días.
Sin embargo, no todo en la obra es fácil. A causa de las lluvias, los carriles de acceso a la parcela se inundan constantemente, y a veces los camiones no pueden pasar. Esto obliga a destinar mano de obra a reparar el camino e incluso descargar manualmente los camiones a bastantes metros de la obra. Por esa razón, y para que ningún imprevisto nos ralentice en el trabajo más de lo necesario, hemos llegado a tener hasta 26 trabajadores a la vez. Pronostico que llegarán a ser más.
Por un lado, un grupo se encarga de descargar y transportar los materiales que llegan en camiones, así como el agua necesaria para preparar cemento y hormigón; otro grupo produce incansablemente mezcla, otros la transportan a los diferentes puntos del proyecto y, por último, un último grupo se dedica a construir.



A fin de comprender la velocidad a la que se está trabajando, entre estas imágenes y la que abría esta edición… ¡sólo transcurrieron 24 horas!
Una diferencia significativa -alerta, arquitectos- entre los métodos de construcción locales y los que seguimos mayoritariamente en Europa afecta al orden de ejecución de los elementos. Pese a que estamos elevando la cimentación, cuando levantemos el edificio ocurrirá lo mismo: primero se construyen los muros de ladrillo y después se hormigonan los pilares. Profundizaré sobre el por qué de este procedimiento en futuras ediciones.
Poco a poco me voy sintiendo más cómodo por aquí y me tranquiliza comprobar que nuestro trabajo avanza a buen ritmo. Termino el zumo de mango y pido pescado -tilapia, procedente del Lago Victoria- para comer. Desde mi llegada, aún no me he decidido a probado y mi estómago reclama con urgencia una mayor variedad de comidas. Pero todo ello te lo cuento en la próxima, que esta vez he conseguido escribir la newsletter del tirón y quiero repasarla antes de que llegue el plato.
Gracias por seguir ahí y ser uno de los 85 que reciben actualmente este correo. En la siguiente edición quizás te sorprendas con los avances… ¡hasta entonces!
Masaka, Uganda (06/04/23).