La lectura de Ébano me traslada a ese África que descubrí hace casi dos años al aterrizar en Nairobi: un continente cuya esencia se mantiene indemne, que ni cambia ni pretende cambiar. Una atmósfera indescriptible, un lugar donde volver a soñar.
Este continente es demasiado grande para describirlo. Es todo un océano, un planeta aparte, todo un cosmos heterogéneo y de una riqueza extraordinaria. Sólo por una convención reduccionista, por comodidad, decimos «África». En la realidad, salvo por el nombre geográfico, África no existe.
Ébano - Ryszard Kapuściński
Últimamente recorre mi cuerpo una sensación que me traslada cada vez más a escenarios del pasado. Respiro, siento, escucho y me dejo llevar. Abro los ojos como si fuese la primera vez. El embrujo de África, poco a poco, vuelve a apropiarse de mí.
He recuperado las ganas de escribir, de intentar transmitir qué es África -al menos la que conozco y sigo descubriendo cada día- y del mundo tan diferente en que este continente sobrevive. No obstante, no sé si seré capaz.
“Si alguna vez escribo algo sobre todo esto (África), sólo serán descripciones de paisajes hasta que sepa algo de verdad sobre el asunto”
Ernest Hemingway
Durante mi anterior viaje de 6 meses a través de Kenia, Uganda y Zanzíbar, escribí una serie de artículos en los que trataba de plasmar distintas realidades que, en su conjunto, explicaban los rasgos más esenciales de este continente.
Hablé mucho sobre la infancia (“Recuerdos de infancia” o “Imposible de olvidar”), que a través de su inocencia representa con brillantez la realidad de un mundo paralelo a Occidente; del costumbrismo de la gente de a pie (“Vagabundo en África”, en honor al magnífico libro de Javier Reverte), también de quienes vinieron un día y se quedaron para siempre -enamorados de África y entre sí- (“A orillas del Índico”), e incluso de la bondad y el enorme corazón de Bosco (“Historias frente al mar”).
Sin embargo, tras el transcurso de estos dos meses en Masaka, mi percepción sigue ampliándose y haciéndose más y más compleja, pues África sorprende a propios y extraños cada día. Es la anarquía en su máxima expresión.
Todo se rige por un orden que desconozco.
Ha pasado una hora, ¿me recogerá? - I’m coming. Dios sabrá qué quiere decir, mejor me pido otro café y aprovecho para leer un rato.
Hoy no tengo prisa, así que enciendo el altavoz y me ducho al ritmo de Mark Knopfler y su versión acústica de Brothers in arms. Llaman a la puerta. Entre sorprendido e indignado, me dice a gritos desde el exterior que me está esperando. I’m coming, maldigo para mis adentros mientras se me escapa una socarrona sonrisa.
Una reunión a las 14:00. Llegamos puntuales, pero el señor no está. Se ha ido a comer. Nadie se indigna, menos yo. ¿Por qué nos cita a una hora y se va a comer? La hora es lo de menos -me responden los míos-, solo representa su intención de reunirse. La espera como deporte nacional (para algunas cosas, África parece una única y unida nación).
Un volantazo a la izquierda -casi le damos a una moto que carga un sofá, dos hombres y una cabra-, otro a la derecha. ¿Qué ocurre? - We’re running out of fuel! Se ríe a carcajadas y me contagia. ¿Por qué van siempre al límite? No sé qué decir. Ellos tampoco.
Niños que parecen adultos, adultos que parecen niños. La infancia como caricatura de la crudeza de la vida en muchos puntos de este continente. La madurez como regreso a una infancia que no pudieron disfrutar de forma despreocupada. Todos ríen, bailan. La vida carece de gravedad.
El respeto más profundo a los clanes, el miedo a los brujos, la creencia en los antepasados. El poder inexorable de Dios.
África hay que vivirla para entenderla y, aun así, se corre el riesgo de no llegar a comprenderla nunca.
Tierra pura, viva y muerta,
árida, desértica, tropical.
Ajena al tiempo, anclada al pasado,
libre de cadenas, perenne libertad.
Inmensa como su firmamento,
entre bosques, sabana y mar.
Reina del baile y la alegría,
sonrisas frente a la realidad.
Hambre, dolor y miseria,
enfermos que no despertarán jamás.
África, tan lejos del mundo,
¿dónde ha quedado la humanidad?
Combino en mi mente lecturas, experiencias y aprendizajes de cada día. Sigo sin ser capaz de explicar esta tierra, aunque me siento muy vinculado a ella.
Este proyecto servirá para dar un hogar y una infancia decente a quienes parecían condenados a las indignas condiciones de sus villas. Espacios de calidad, agua corriente potable, suministro eléctrico y condiciones higiénicas para una vida mejor.
Pero África no necesita -ni quiere- que la salvemos. Hubiera bastado con no saquearla, esclavizarla y maltratarla hasta la extenuación. Hubiera valido con ser un poco más humanos y menos egoístas.
Por otra parte, la construcción avanza a gran ritmo y ya afrontamos la fase final. Seguimos trabajando en los acabados (enfoscados interiores, falsos techos y detalles en el exterior), excavando el pozo y construyendo otro bloque de letrinas. También hemos llegado a un acuerdo para adquirir un transformador eléctrico y aprovechar el tendido eléctrico nacional.
El próximo fin de semana procederemos a instalar todo el sistema de tuberías y cableado del lugar. También hemos acordado la fabricación de 36 literas dobles metálicas y estamos trabajando en presupuestos para cerrar los límites de la parcela y preparar un pequeño campo de fútbol en los alrededores de la casa.
No obstante, repasaré todos estos avances en profundidad en la próxima edición (la tendréis prontito). ¡Queda tanto por explicar!
PD: gracias a esta newsletter será posible pagar las tasas escolares de Reagan, así como algo de ropa y otros enseres personales. Mil gracias a quienes habéis colaborado.