Querido abuelo,
Hace tres años, yo ya había tomado mi decisión, pero no me dio tiempo a decírtelo. Habíamos hablado tres semanas antes, con motivo de tu 92 cumpleaños, y te mostraste orgulloso y feliz por recibir nuestras felicitaciones desde Barcelona y Alemania. No te lo dije entonces, pero tenía decidido marcharme de allí. Tampoco te dije el destino, porque África me parecía demasiado ambiguo. Pero me hubiera encantado explicártelo para que me acompañases en este ilusionante camino.
Hace unos meses, cuando cumplí 30 años, me acordé de la abuela porque comimos sobre un mantel bordado por ella. Al llegar a casa, pese a la felicidad que me invadía tras un día tan especial, estrené la pluma estilográfica que me había regalado la tita y le escribí una carta en la que recordaba su vestido azul de estampados florales y mi cabeza sobre su regazo, la tele de fondo, tú haciendo tus crucigramas y algunos niños jugando en la plaza, al otro lado de la ventana.
¿Cómo estáis? Por aquí os echamos de menos, aunque todo va bien. De hecho, si supieras desde dónde te escribo, no te lo creerías. Yo tampoco me lo creería si me lo hubieran dicho cuando hablamos por tu cumpleaños. Por aquel entonces solo quería viajar y dejar atrás una vida para empezar otra, pero no tenía ni idea de cómo ni dónde sería. Las vueltas que da la vida, ¿verdad?
Ha amanecido lloviendo. Y pese a las gotas que brotan de mis ojos en este momento, es un día feliz. Lo es porque hemos vuelto a estar juntos, o quizás es que nunca dejamos de estarlo del todo.
Dile a la abuela que la quiero mucho, y a ti también.
Querido lector/a, gracias por permitirme esta carta tan personal.
Mi aventura en Uganda no tendría sentido sin el trasfondo social de cada proyecto. Y sé que esto sería de lo que mis abuelos estarían más orgullosos. Este es el sentido de mi día a día y del trabajo al que estoy dedicando mi vida. Ojalá queden muchos más por venir.
Rafa.
Los abus 🥰 los mejores, inigualables! Gracias🤍.
Qué sentida, y qué bonita. ❤️