Hoy he locutado el texto de esta edición, por si te apetece cerrar los ojos y escucharla en vez de leer. Aquí arriba lo tienes 👆
Preparo la mochila con los nervios de la primera vez. Tengo un nudo en el estómago que no sentía desde hace mucho tiempo, quizás sea la contradicción de estar feliz en un sitio frente a la ilusión de serlo también a varios miles de kilómetros. Siento mi vida rociada con salsa agridulce, una eterna relación de amor-odio entre mis dos vidas, que son una; irse para llegar, y así sucesivamente.
Mañana volveré a enfrentarme a un itinerario conocido. Pasearé por escenarios que no cambian, o no tanto, mientras todo se sucede a una velocidad inusitada. Subiré al tren una vez más, cerraré los ojos y respiraré profundo tres veces. Querré hacer mil cosas, poner la mente a trabajar, pero esta reclamará descanso. Entonces pondré música y me sumergiré en mis pensamientos, como siempre. Llegaré a Atocha con prisas por bajar del tren y me sentiré vivo de repente porque no todos los días se camina por Madrid. Inspiraré profundamente y entenderé que no oleré este aire durante un tiempo, que el cielo tampoco será el mismo, aunque desde allí arriba me sigan cuidando y sonriendo mis abuelos.
Y yo también sonreiré porque así es mi vida: dejar cosas atrás para que otras ocupen su lugar y se sumen. Vivir como único método para seguir creciendo. Enfrentar la lejanía mientras las relaciones que merecen la pena se refuerzan sin levantar la voz. Echar de menos para mantener intacta la ilusión del regreso.
Sonreiré porque así quise que fuera: emprender nuevos proyectos, convertir mis aventuras en una fiesta a la que en cada ocasión se suman más invitados, tener algo nuevo que contar cuando nos sentemos de nuevo a tomar café.
Siento un nudo en la garganta porque la ilusión y las ganas de hacer cosas bonitas no se han ido, al igual que no desaparecen las mariposas en el estómago al reencontrarse con quien te gusta. Siento nervios porque voy a llevar a cabo mi primer taller presencial, porque después de la desilusión de las rupturas siempre llegan nuevos comienzos, porque sigo dirigiendo mi despegue y me siento imparable.
Durante los próximos tres meses te escribiré desde Uganda.
Allí trabajaré sin descanso para ayudar a que el proyecto de Yamba crezca, contribuyendo así a que los niños a los que apoyan tengan mejores condiciones de vida gracias a las infraestructuras que construyamos y a la gestión de los recursos que llevaré a cabo junto con Bosco sobre el terreno.
Además de seguir enviando ediciones de esta newsletter, en las que te iré contando mis sensaciones y progresos, también estaré inmerso en la grabación de un documental sobre mi trabajo en cooperación. Lo haré de la mano de alguien muy especial, Lara Capeáns, especialista en documental social que se ha volcado con mi proyecto desde que lo descubrió. Estoy seguro de que juntos haremos un equipo increíble y que el documental quedará precioso.
Espero ser capaz de transmitir lo que Uganda, África, la arquitectura y la cooperación significan para mí. Algo que llevo haciendo dos años ya a través de estos correos. Gracias por permitírmelo.
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A pro todas con este viaje y a aventura una vez más. Te seguiremos desde aquí Rafa
Encima con Lara 👏👏
Oh! Rafa, emprendes el vuelo una vez más, cuál caballero de brillante armadura. Estoy segura que también esta vez te enfrentarás a toda clase de retos que te harán crecer y ser más fuerte... porque más valiente imposible! Te deseo toda la energía y lucidez para afrontarlos. Y cuando parezca que te has perdido, vuelve a esa preciosa foto que has subido porque muestra que por encima de las nubes de tormenta siempre está el cielo esplendoroso de un nuevo amanecer. Un abrazo!