Sin apenas tiempo para retirar de mi cara los restos de polvo, enciendo el ordenador con la esperanza de ser capaz de transmitir un mínimo porcentaje de las emociones que me invaden. Presiento que no me resultará sencillo, pero necesito intentarlo.
El 2 de enero me subí al tren con la angustia de quien se despide de casa durante unos meses. En Atocha me esperaba Horacio, que me acercó al aeropuerto mientras compartíamos una charla entre viejos amigos. Una vez en la T4 de Barajas, inspiré hondo dos veces mientras buscaba el mostrador que las chicas habían compartido por el grupo.
Las vi sentadas junto a sus mochilas, sonrientes mientras compartían primeras impresiones. Tras varias horas de vuelo, nos encontramos con la última integrante del grupo en Doha.
Fue en ese instante cuando entendí que una nueva aventura acababa de comenzar.
Regresar a Uganda de la mano de Álex, Laura y Yi ha sido una de las mejores experiencias de mi vida. Ellas me han permitido recuperar la ilusión y la emoción por cada detalle, cada paisaje, cada conversación. Sus ojos me han hecho observar África como si la estuviese viendo de nuevo por primera vez. Gracias a ellos me he vuelto a enamorar, gracias a ellos he sabido ver la belleza entre tanto desasosiego y caos.
Han sido dos semanas de muchas emociones: preparar el viaje, los nervios y la incertidumbre de coordinar un grupo por primera vez, ser capaz de transmitir lo que este lugar significa para mí, mostrar con transparencia mi trabajo y tratar de que vivan de mi mano la experiencia de África, con sus contrastes y constantes retos.
Creo que lo conseguí. O mejor dicho, creo que lo conseguimos.




Durante diez días, ellas tres se han convertido en mi familia. Juntos hemos vivido multitud de situaciones, hemos debatido sobre infinidad de temáticas, hemos reído a carcajadas y llorado mientras nos tomábamos de la mano. Hace un día que regresaron a España y de repente me siento vacío, aunque a la vez pleno y realizado.
Ahora nuestra casa me parece demasiado grande, en la moto sobra espacio y cuando cae la noche no hay nadie en la cama de matrimonio a quien invadir para contar cuentos o reflexionar sobre la vida. Sin embargo, pese a la difícil despedida, miro atrás y descubro lo mucho que ha merecido la pena.
Ha sido una aventura realmente inolvidable, como un enamoramiento fugaz e intenso entre dos adolescentes. Mágico como un atardecer sobre el Parque Nacional de Mburo.
A lo largo del viaje hemos dirigido el comienzo de la nueva construcción. Tras unos primeros días intensos, en los cuales nos pasamos las jornadas enteras sobre terreno tomando decisiones, la obra ha ido tomando forma y podemos sentirnos orgullosos del trabajo bien hecho. Durante este proceso, hemos preguntado y resuelto infinidad de cuestiones, hablado largo y tendido con Bosco y algunos obreros, conocido la cultura popular y las formas tradicionales de construir. Pero, sobre todo, nos hemos adentrado en la realidad de este país a través de su gente y sus testimonios.
Creo que ha sido muy potente y que así lo hemos vivido.
Ambrose es uno de nuestros mejores trabajadores. Con experiencia, siempre trata de instruir a los más jóvenes y resuelve las dudas más importantes junto con Bosco y conmigo. Su sabiduría va acompañada de un gran corazón y un interés genuino por prosperar y darle un futuro mejor a sus hijos. Es un buen hombre y estamos orgullosos de tenerlo entre nosotros.
El polvo que resiste en mi rostro procede de los bellos paisajes de la Uganda rural, que he recorrido en moto en el día de hoy para acudir a su pueblo. Allí se ha celebrado el funeral de su esposa, una gran mujer de tan solo 27 años. Hace dos noches, un desconocido hizo un agujero en la pared de su casa durante la noche y, una vez dentro, la mató a sangre fría antes de robar todas sus pertenencias. Tenía previsto dar a luz este viernes y Ambrose se habría convertido en padre por cuarta vez. Pero un desalmado se lo ha impedido.
Le ayudaremos en todo lo posible, lo merece más que nadie.
Suena Moments, de Hollow Coves, mientras intento contener las lágrimas.
La mezcla de emociones que me invade es abrumadora, aunque el sentimiento predominante es de felicidad. Siento nostalgia e ilusión por el futuro, pena por la marcha de personas tan especiales y alegría por lo mucho que dejaron aquí conmigo.
Al fin percibo que mi camino es tangible y real, un nuevo sendero en la vida profesional y personal de los arquitectos. Mostrarlo me hace sentir inmensamente realizado y he decidido que es algo que quiero seguir haciéndo.




Termina esta newsletter con la sensación de que se me quedan muchas cosas en el tintero, pero habrá tiempo de desgranarlas poco a poco.
Esto no es el final, sino el principio de algo mucho más especial.
Rafa
Emociones a flor de piel, sin palabras. Gracias por compartir, Rafa❤️